lunes, 29 de diciembre de 2014

"¡VETE A LEER!" ES AHORA 

UN INSULTO


 

No lo niego: me encanta tirarme a un charco y meterme en jardines y berenjenales; aunque luego me arrepienta, que me arrepiento. Me pasa mucho en Twitter y Facebook; el otro día se lo explicaba a otro internauta, aunque puede que con un exceso de colorido (si eres de estómago sensible o si no son horas, no leas el entrecomillado): "Me encanta escupir en la Red; al momento se me pasa y piso el gapo". Quería decirle a mi interlocutor que, cuando recupero la compostura, suelo borrar lo que, más que una entrada, ha sido una salida a destiempo.

Los peores días para enjardinarme son los de fiesta, allá a la altura de la sobremesa. No te extrañe que les pida por favor a mis parientes y amistades que me escondan el móvil en Navidad, Nochevieja y fiestas de guardar. El caso es que ayer -Día de los Inocentes, ¡ole!- me enjardiné (y lo que te rondaré, morena).

Ya te he hablado en otra entrada de lo que el Ministerio de Economía, a través de uno de sus organismos -la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC)-, quiere hacer con Sálvame, el programa de Telecinco.
http://vientodemisvelas.blogspot.com.es/2014/12/rajoy-escucha-salvame-esta-en-la-lucha.html

La CNMC ha comenzado a hostigarlo a través de expedientes y multas para que cambie su estilo o, finalmente, cierre. El argumento es la defensa de la infancia; a mí, me suena a censura. Y en todo caso, como si ese fuera el mayor de los problemas que debe afrontar tan delicado ministerio; no tendrá Guindos otras cosas en qué ocuparse. Aparte, me parece un flaco favor político a su jefe, aunque imagino que el presidente lo sabrá y estará de acuerdo: ¿Qué piensa hacer Rajoy con 1.800.000 votantes ahora entretenidos si calla a Jorge Javier y los suyos? Te aclaro que esa cifra es la audiencia media del programa en su versión de tarde.

Pues bien, estaba yo haciendo zapping después de la comida de Inocentes, buscando una TV movie que nos ayudará -como si hiciera falta- a conciliar la siesta, cuando apareció una promo de Sálvame con el lema que arriba te muestro. Ni corto ni perezoso, mandé un tuit con la portada de mi sátira "Sálvame: la telebasura como autoayuda". Por provocar y manifestarme en contra de cualquier tipo de censura, más que nada: "Si los padres quieren canguros, que los paguen. La TV es otra cosa". ¡Con un par y sin paracaídas! La consecuencia de ello se resume en ir por lana y salir trasquilado.

Casi de inmediato, una hooligan telecinquera, forofa de Sálvame y seguidora devota de Kiko Hernández -hay gente egoísta que lo quiere todo para ella-, me escupe: "¡Vete a leer y no molestes!". Me desvelé ahí mismo. Procurando reenviar al cerebro la sangre que, tras el postre, había bajado al estómago, intenté desentrañar las connotaciones de tan radical sentencia. Pa'berme dao un corte de digestión.

Al principio me sonó a consejo necesario: duerme y calla, que no son horas. No le faltaba razón, me estuvo bien empleado. Luego creí que su intención era la de promocionar los libros de Jorge Javier y de la Esteban. Pero finalmente, cuando el riego me volvió a la sesera, entendí que me insultaba. Mi primera reacción fue la de responder, pero ya había recuperado niveles aceptables de consciencia como para no cometer más insensateces. A continuación me dio por pensar que las acusaciones de la CNMC son muy injustas; aquella forofa estaba demostrando que el programa y sus espectadores no son homófobos (no me mandó "a tomar por culo"); no son sexistas (pudo haberme mandado "al carajo"); y no son escatológicos (no me envió "a la mierda"). No señor, me mandó a leer, que para ella debe de ser el sumun del desprecio. También lo era en mi adolescencia; lo sé porque yo leía entonces (y más que ahora), así que concluí que se trataba de otro de esos adultos que se quedaron anclados en la edad del pavo.

Entonces caí en la cuenta: si ella parecía anclada, ¿qué hacía yo a su vera, remoloneando entre naves sin velas?... Y como les temo a los hooligans, ya sean de la tele, de los vídeos de gatitos o de los maratones, más que a un nublao, borré el tuit y aquí paz y después gloria. No me llames cobarde; vivo frente a una ría preciosa y he aprendido de las muchas aves que pululan por ella que escapar volando es inteligente y estético.

Al no poder recuperar el tuit (lo he intentado, pero ese no aparece), he vuelto a la página de la integrista televisiva y me he traído otro muy similar. Este no es un disparo certero, sino uno de postas para todos sus críticos. Lo he sacado de márgenes para que te hagas una idea fiel de su estridencia:




El caso es que no hay mal que por bien no venga si uno sabe administrarse. Así que, al final, esta hooligan de Sálvame me ha regalado una forma inmejorable de felicitarte el Año Nuevo y de enviarte un cordial deseo: 
¡Anda y vete a leer en 2015, cobarrrrde de la pradera! ¡Y que leas mucho, fiiiistro diodenal! ¡Jaaaaarrlll!




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martes, 9 de diciembre de 2014

MI PRIMERA RESEÑA, ¡CHISPAS!



Me gusta mucho esta parte de administrar un blog, que es la de dar las gracias. Uno agradece los regalos que le ofrecen, y una reseña en otra bitácora digital, una opinión en Amazon, un retuit, un "Me gusta" en tu página de Facebook, son regalos. Y es menester dar las gracias por cada uno de ellos.

Hoy le toca a NThelma García y a su blog El Escritorio del Búho. No me queda otra después de que ella me haya obsequiado con la primera reseña de El viento de mis velas:



Digo que es mi primera reseña, pero aclaro que me refiero a la novela en formato e-book. La primera de todas, cuando presentamos el libro impreso, fue una firmada por el periodista Ezequiel Pérez Montes en El Ideal Gallego:


"Apasionante novela histórica (...) No desmerecería ante un Guzmán de Alfarache o una Vida del escudero Marcos Obregón (...) Serviría para confeccionar el guión de una extraordinaria película (...) En suma, una delicia de novela."


Es el primer pago que recibe uno por su esfuerzo. No, espera, no es verdad; el primero es tener en las manos el libro recién salido de imprenta y meter la cara en sus páginas para oler el papel nuevo y la tinta casi fresca. Luego, a veces -no siempre-, vienen los otros. Hoy no me voy a extender, sólo quiero agradecer a Thelma su atención y dejar aquí unos fragmentos de su crítica:

"Sí, en el llamado Siglo de las Luces, donde la duda será el método mas correcto para llegar a la verdad, es donde aparece un personaje muy singular, Yago Valtrueno, un cínico, un vividor de lo más irreverente, quien va contando sus aventuras, sus peripecias en La Coruña, España, de una manera totalmente hilarante.
La manera de contar la historia de Valtrueno por parte de José Juan Picos Freire es de lo más divertida, porque el cinismo, la sátira, la crudeza e incluso la amargura para contar sus aventuras, podría aplicarse sin problema al mundo actual.
El género de ficción histórica suele ser muy interesante, pero por lo regular suele ser mas serio, pero el autor en este libro, consigue hacer una novela ágil, divertida, mostrando un conocimiento amplio de la historia de La Coruña (...) Yago Valtrueno, entre café y café, nos deja un sabor agridulce al reconocer en muchos de sus comentarios acerca de una ciudad en el siglo XVIII, una certeza brutal, de que muchas cosas y no precisamente buenas parecen haberse detenido en el tiempo, llegando hasta nuestra era moderna."

Muchas gracias a Thelma y El Escritorio del Búho y muchas gracias a ti por leer estos párrafos.



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viernes, 5 de diciembre de 2014

LOS ENEMIGOS DE EL ZORRO (y 2)



 
Me gustaría que te quedase clara la extensión del imperio ultramarino español en Norteamérica ya en su crepúsculo, a finales del siglo de Yago Valtrueno, el protagonista de El viento de mis velas. Para ello, lo mejor es que mires con atención el mapa que abre este artículo. Todo lo que ves en rojo formaba parte del virreinato de Nueva España, desde Puerto Rico hasta las Filipinas. Una de las zonas administrativas del virreinato eran las llamadas Provincias Internas, de cuya guarda se encargaban los dragones de cuera. La distinguirás mejor en un detalle del mapa.


 
También observarás un punto rojo en el ángulo noroccidental, en Vancouver, hoy territorio de Canadá. Ese lugar es la isla de Nutka, donde se estableció el más norteño de los enclaves españoles en el Pacífico: Santa Cruz de Nuca. Lo protegía un fuerte guarnecido por la Compañía Franca de Voluntarios de Cataluña, resultante de la fusión de esta fuerza colonial con sus paisanos de los Fusileros de Montaña. Aparte de controlar el intenso tráfico de pieles y de balleneros en la zona, estos soldados vigilaban a las avanzadillas rusas que entraban desde Alaska. Si alguna vez pensaste que los únicos enemigos de España en el XVIII eran los británicos y sus aliados de ocasión, empieza a añadir a esa lista a los apaches, cheyennes, comanches y demás familia piel roja y, en el extremo norte, a los hijos de la Madre Rusia.

Eso dará para otra historia, pero ahora regresemos del frío a los tórridos desiertos y llanos del sur de los Estados Unidos. Los dragones de cuera soportaban allá el calor, el polvo y las emboscadas de las bandas indias bajo sus gruesos tabardos de piel y las chupas -azules con vivos encarnados- de paño basto. Su acuartelamiento -su lugar a la sombra- eran los presidios, no entendidos como cárceles, sino como fortificaciones avanzadas que formaban una extensa red defensiva. De ahí que los dragones sean también conocidos como caballería presidial.

El origen de esta cadena de castros estuvo en la revuelta de los indios pueblo de 1680, una de las más violentas registradas en la América colonial española. Un buen ejemplo de este tipo de edificio castrense es el fuerte de Tubac, el primer asentamiento europeo en Arizona, muy cerca de Tucson.


 

Dichos fuertes se levantaban, generalmente, junto a una misión o un enclave civil, a los que protegían de las algaras indias. Pero la misión cotidiana de las fuerzas destinadas en ellos era la de patrullar amplias zonas de Texas, Nuevo México o Arizona y, desde luego, las de perseguir y castigar a las partidas de merodeadores.

Los dragones de cuera y sus presidios recuerdan  a la organización militar del Bajo Imperio Romano, ya próximo a su fin. Fuerzas de limitanei ligeras patrullaban el limes, la frontera, y contenían a los bárbaros, a la espera del concurso de los comitatenses, ejércitos de campo mejor adiestrados y bien armados que eran proporcionales, en este caso, a la infantería regular española.

A cada presidio se destinaba una compañía de dragones, todos voluntarios, pero alistados por un período de diez años; en teoría, alrededor de noventa hombres al mando de un capitán. La muestra de que esto no se cumplía era que, en 1764, las Provincias Interiores tenían veintitrés compañías con un total de 1271 dragones, ochocientos menos de los reglamentarios.

Cada cuera tenía a su cargo una mula, un potro y seis caballos, uno de ellos siempre ensillado. De las armas ya te hablé en la anterior entrada: escopeta, pistolas, espada de hoja ancha, lanza y escudo, ya fuese la adarga de inspiración moruna o la rodela, ambas de cuero. Algunos de estos soldados coloniales emplearon también el arco y las flechas propios de sus enemigos.

¿Y de estos, de sus enemigos, qué? Los conoces de sobra, los has visto en tantas y tantas películas, luchando contra soldados y colonos anglosajones cien años después. Y, sin embargo, los dragones de cuera ya se las vieron, y del modo más crudo, con apaches, comanches -los más belicosos-, cheyennes, navajos, chiricauas, mescaleros, mimbreños, jicarillas, ponis, hopis y wichitas, entre otros.


 
En las llanuras fronterizas no se luchaba como en Europa, en formaciones cerradas en las que se abrían grandes claros por efecto de cadenciosas descargas de artillería y fusilería, y en las que los hombres caían como bolos derribados. Los indios eran expertos en la guerra de guerrillas, así que los presidiales tuvieron que adaptarse a ella. Al fin y al cabo, muchos eran tan nativos como los propios pieles rojas.

Uno de los mejores ejemplos del origen netamente americano de los cuera, ya fuesen criollos, mulatos, mestizos o indios, fue Juan Bautista de Anza, militar novohispano nacido en Sonora, pero de ascendientes vascos. Su padre, también militar, murió peleando contra los apaches. Anza exploró varias rutas desde el sur hacia la Alta California hasta que dio con un camino seguro para la colonización. Fue él quien eligió el lugar donde se fundaría San Francisco. Consiguió también derrotar al mayor de los jefes comanches, Cuerno Verde, y detener así sus razzias, algunas muy sangrientas.


 
Si quieres saber más sobre los dragones de cuera, te recomiendo unas lecturas. La primera, el libro Banderas lejanas, de Fernando Martínez Láinez y Carlos Canales Torres, editado por EDAF. Y, a mayores, un par de libritos militares de Osprey Publishing: The Spanish Army in North America 1700-1793 y Spanish Colonial Fortifications.




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martes, 2 de diciembre de 2014

LOS ENEMIGOS DE EL ZORRO (1)


 
Fucking spaniards!, aúlla una jauría de altos ejecutivos telefónicos de Europa, Asia y América en un anuncio que corre en estos días prenavideños por las televisiones. Fucking spaniards! se desgañitan los CEOS caucásicos y mongoloides porque una empresa española ataca sus beneficios con un móvil que no está mal (toco madera). Fucking spaniards! gritan encorajinados en esa lengua de perreros de La Pérfida Albión, lupanar flotante de la Mar Océana, madriguera de una reina, Isabel Tudor, que no fue tal, sino un mocito de Bisley (Surrey) con los machos muy atados, para que no se notara el cambio. Así lo cuenta Bram Stoker, el padre de Drácula, en un libro sobre engaños históricos. Por cierto, la traducción biensonante no es la de los doblajes horteras: ¡Jodidos españoles!, sino ¡Putos españoles! Así lo aprendí yo.

¿Y todo esto a qué viene? Pues a que me ha encantado el uso adecuado de ese arcaísmo inglés por parte de la agencia publicitaria. Spaniards somos los nacidos en España, aunque nimbados con el aura imperial, con todo lo que ello acarrea, incluido el tufillo despectivo. Hoy, más que nunca, esa palabra se tonifica para distinguir a los españoles/spaniards de los hispanos/spanish, los nuevos conquistadores de América del Norte. Me contaba el otro día un emigrante gallego que donde él vive, en Detroit, es obligatoria la enseñanza del castellano en la educación pública. Hablamos de la frontera con Canadá, allá donde Cristo perdió el smartphone; en realidad no lo perdió: le mandó un guasap a su padre -"x q´ m has abndonado?"- y, como no recibió respuesta, lo tiró al lago Michigan.


 Quizá te preguntes si me estaré enjardinando, y más si te cuento que quiero cumplir un compromiso: contarte de una vez las aventuras de las milicias de la Monarquía Hispánica en el Salvaje Oeste, allá por los tiempos de Yago Valtrueno, protagonista de El viento de mis velas. Pues no, no me he perdido. En esta entrada te hablaré de los más llamativos de todos aquellos pioneros, los dragones de cuera, enemigos de El Zorro. Como lo oyes.

Básicamente, eso era el sargento García, torpe adversario del héroe y caricatura de aquellos soldados que lucharon contra cheyennes, pawnies y apaches, entre otras muchas tribus. El autor de la novela, Johnston McCulley, y los guionistas posteriores crearon un universo de spaniards malvados, como el pérfido y castizo comandante Monasterio, nacido en Madrid; y de spanish caballerescos, criollos dados a luz en América, como Diego de la Vega.

Pues bien, aunque podamos pensar lo contrario, la mayoría, por no decir el total, de aquellos soldados que defendieron la frontera norte del Imperio español en América también eran spanish: criollos blancos e hijos de esclavos negros más o menos desleídos, además de mestizos e indios. Si te paras a pensarlo, una hueste bastante parecida a las tropas que hoy quieren imponer la Pax Americana por el mundo adelante: rednecks, afroamericanos e hispanos. Gente de sangre fronteriza para defender las fronteras imperiales.

Hace tres siglos no era empresa menuda. El virreinato de Nueva España administraba -peor que mejor, dado su colosal tamaño- un territorio que abarcaba, en la segunda mitad del XVIII, casi una veintena de los actuales estados norteamericanos, desde Washington, en el extremo N.O. (el estado, no la ciudad capital), hasta Florida. En 1790, Nueva España tenía una superficie de siete millones de kilómetros cuadrados, repartidos entre Norte y Centroamérica y las posesiones españolas en Asia y Oceanía.


 ¿Y por qué dragón y por qué de cuera? Un dragón era, en origen y grosso modo, un infante a caballo que cumplía  patrullas, vigilancias, merodeo y exploración y que también asaltaba, emboscaba y hostigaba.

En el caso que nos ocupa, se trataba de una policía militar de frontera; si prefieres, carabineros, pues esa es el arma de un infante a caballo: una carabina. Sin ir más lejos, los míticos regimientos de las guerras indias estadounidenses -como el Séptimo- peleaban como dragones. No les quedaba otra; luchaban igual que sus enemigos: a salto de mata, a caballo, a pie y sobre sus barrigas, arrastrándose para una emboscada o en un acecho.

La cuera era un tabardo, por tanto sin mangas, de varias capas de pellejo recio. Originalmente cubría los muslos; en versiones posteriores se convirtió en un coleto, como es el caso del dragón que abre este artículo.

¿Cuál era la panoplia de estos soldados hispánicos de los desiertos y las llanuras del Lejano Oeste? Los dragones de cuera portaban escopeta, pistolas, espada ancha, lanza y una defensa que reforzó su pintoresquismo: un escudo bilobulado de origen andalusí, la adarga, suficiente para frenar los tomahawks y las flechas de los pieles rojas. En la ilustración de la izquierda disfrutarás de la extravagante -pero eficaz- combinación de una pistola y una adarga, empuñadas por un cuera de finales del siglo XVIII. En la imagen que sigue, puedes comparar el escudo del dragón con la defensa de cuero de un jinete hispano-musulmán, perteneciente al crepúsculo de Al-Ándalus, en el siglo XIV, cien años antes de que los Católicos tomasen Granada.



 

¿Empiezas a entender por qué toda esta parte de la Historia de España viene perfumada con el genuino sabor de la aventura? ¿Concibes la espectacularidad de tales imágenes en una pantalla, resueltas con lealtad histórica y eficacia comercial? Pues tengo más; en la próxima entrada sabrás más de estos dragones de cuera, originales centauros del desierto, a caballo entre la ficción de El Zorro y la salvaje realidad de los coyotes, de cuatro y de dos patas...


Continuará...



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lunes, 24 de noviembre de 2014

¡MAMÁ, MAMÁ, ME HAN HECHO UNA ENTREVISTA!





Ana y Sofía, las chicas de MI SALA DE LECTURA, sí que se han adelantado a El Corte Inglés (esta mención va de mi bolsillo, pero que no sirva de precedente) y a Papá Noël. Contradiciendo eso de que nunca segundas partes fueron buenas, vuelven a regalarme un espacio en su blog. Si el primero fue una ficha de autor novel, la sinopsis de El viento de mis velas y un comentario, esta vez se trata de una entrevista. La tenéis justamente en este enlace y, como ya digo bastante en ella, ahora mismo me callo:

http://www.misaladelectura.blogspot.com.es/2014/11/hoy-entrevistamos-a_22.html

¡Regracias, chicas!



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jueves, 20 de noviembre de 2014

CON LO RENTABLE QUE ES 

LA HISTORIA (con mayúsculas)...


 

Hoy me voy a dar el lujo de empezar con un tópico. Un tópico es a la creatividad lo que una patada al caldero es a una dieta de adelgazamiento. Al caldero de acelgas, claro. Cuando estás harto de disciplina, te comes la primera porquería que pillas. Eso es un tópico para un escritor, creo yo.

Pues ahí va: tenemos Historia en España como para haber trabajado todos haciendo películas y series históricas en vez de inflar la burbuja inmobiliaria y las cajas B de los partidos y, a mayores, abrir enotecas (al ritmo que se abren, yo creo que no son de vino blanco, sino del blanqueado). Si hubiéramos cambiado una burbuja por otra (porque al final la codicia lo infla todo), tendríamos corruptos más guapos que los que sufrimos. ¿Te has fijado en que la mayoría de ellos son más feos que Picio y más babosos que Jabba the Hutt? No dan en cámara ni los buenos días... Te concedo que Bárcenas tenga un aire a Stewart Granger, pero hasta ahí.

   

¿Por qué los gringos, con poco más de doscientos años de Historia, producen y producen películas y series sobre aventuras antiguas y nosotros apenas hemos empezado? Por presupuesto, me dirás. Sin duda, por eso también. Pero yo creo que el peor obstáculo es la pompa que nos gastamos por aquí, que es pedantería en los que leemos y suficiencia mal calibrada en los que no. Me da en la nariz que los españoles, en cuanto tenemos un título y algunas lecturas, nos volvemos de un elitismo insoportable y vacuo. Como diría Yago Valtrueno, el protagonista de El viento de mis velas: "Aprendemos antes a levantar la punta de la nariz que a sonarnos los mocos".

En España, los historiadores aún están decidiendo si los que nos dedicamos a la novela histórica merecemos la horca o un balazo. En el mundo anglosajón, en cambio, abundan los historiadores que producen obras de este género y son, justamente, los que tienen más claro que lo suyo es un producto editorial. Nosotros, herederos de los hidalgos de tripas vacías, aún creemos que lo comercial es propio de villanos y de judíos. De eso se aprovecharon los luteranos, creadores de un Dios que solo reparte gracia a los ganadores.

También me dirás que no hacemos más ficción histórica porque ya no hay una nación que nos incluya a todos. Bueno, los americanos tienen a los tejanos y lo mismo filman películas de romanos -Peplum- que la defensa de El Álamo -Western-. En ambos casos, para más inri, se meten en lo nuestro: Roma invadió Hispania y el Imperio Hispánico colonizó el Sur y el Oeste de los Estados Unidos. No tenemos excusa.

Es verdad que el panorama está cambiando. Yo creo que desde Curro Jiménez no se aprovechaba tanto nuestro pasado para obtener audiencia y ganancias. Los más viejos recordaréis también a Diego de Acevedo, con un jovencísimo Paco Valladares interpretando a un oficial español en plena Guerra de la Independencia (por recordar estas cosas se me ve la edad). Saltando el abismo de los años, ahí están las recientes Águila RojaHispania o Isabel, que tendrá continuación con su nieto, Carlos I.

  Me parece alentador, me pongo a aplaudir como una foca cuando leo que esta o aquella productora se están planteando una serie histórica. Y me alegro con todas las consecuencias, incluidas las del escaso rigor. Colegas, tenéis que hacer un poco más de caso a los asesores históricos y no dejaros llevar por las veleidades de un realizador o de un productor ejecutivo. La carabelas de Colón, que eran, en realidad, dos carabelas y una carraca, no pueden recortarse al contraluz contra la catedral de Cádiz, que es del siglo XVIII, tal y como pasó en Isabel (ver foto de cabecera). Tampoco se nos puede ir la olla con que secuestren a Felipe IV en Águila Roja (la Película) o que el hijo del protagonista lleve unos quevedos que parecen de Tchin Tchin Afflelou. Y qué decir de los cascos de los legionarios romanos de Hispania -dando agua en la imagen-, alquilados a la producción de Gladiator -foto de la izquierda- y tan mal ubicados en la serie como en la película. Me dirás que un casco romano es un casco romano y punto. Pues no. Los Tercios de la Legión actual no llevan los morriones de los Tercios de Flandes, así como los legionarios republicanos que lucharon contra Viriato no tenían los mismos uniformes que sus colegas imperiales de tres siglos más tarde, aquellos con los que Marco Aurelio, el emperador de Gladiator, derrotó a los germanos. Los cascos históricos los tienes abajo; los de la serie y la película, si me apuras, parecen borgoñotas del XVII.


  

 

 

En fin, que por aquí nos gastamos mucho liríli cursi y poco leréle de provecho. Y me alegra una barbaridad que seamos capaces de cambiar para ser más linces de los negocios históricos y un poco menos ratones de biblioteca. Soy de esos ingenuos que piensan que la curiosidad se puede aletargar en el ser humano, pero se muere con él y no antes. Por eso creo que popularizar nuestra Historia llevará a más españoles a querer conocerla y a entender el presente como ciudadanos adultos. Y, dicho esto, me voy a escribir la carta a los Reyes Magos...


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lunes, 17 de noviembre de 2014

GRACIAS A "MI SALA DE LECTURA"


 


Una de las delicias de manejar un blog propio es la de poder dar las gracias a quien te hace el favor de difundir tu trabajo. Al fin y al cabo, para eso formamos comunidades, y no solo para expresar nuestro malhumor, para sacar al pequeño führer que llevamos dentro o para compartir vídeos de gatitos.

Después de que El Escritorio del Búho y Páginatrece dedicaran un espacio a este blog y a mis obras, las chicas de MI SALA DE LECTURA se han añadido a mi "grupo de apoyo" en Internet. Ana y Sofía, las creadoras y mantenedoras de ese blog, se declaran "comprometidas con los autores noveles". Yo doy fe de su objetivo; y no creáis que es fácil: una de ellas, Ana, comparte esta tarea con las mil y una que acarrea el ser madre reciente. Como testimonio de ese empujoncito que me regalan, ahí va la ficha de autor que han abierto a mi nombre, con la correspondiente sinopsis de "El viento de mis velas" y un comentario sobre ella.


¡Muchas gracias, chicas!


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miércoles, 12 de noviembre de 2014


SUENAN CENCERROS EN PALACIO (y 2)




     ¿No te has enamorado, aunque solo fuera por un verano, de un primo o de una prima carnales a quienes no veías más que en vacaciones? ¡Qué desazón, qué genuino pecado, qué ganas de rebozarte en lo prohibido (¡Prohibidísimo!)! ¿Acaso no besaste a su mejor amigo, a su mejor amiga, con los ojos cerrados, saboreando el beso como si se lo estuvieras dando a tu tierno pariente?

     ¿Y por qué no nos atrevimos la mayoría a dar ese paso y a perder pie en el abismo, aferrados a una rama rota del Árbol del Bien y del Mal, es decir, de la Sabiduría? Pues por la maldición que los adultos echaban, vigilantes de nuestros juegos púberes, sobre tan definitivo, por incestuoso, pecado: "Los hijos de los primos hermanos salen subnormales [sic]". Sin embargo, los óptimos de entre nosotros (tal condición se les suponía a emperadores y reyes) se aparearon entre ellos a lo largo de la Historia, desde los hermanos faraónicos a los primos borbónicos. Por eso decía yo en la primera entrega de esta entrada que lo mismo Letizia Ortiz que Kate Middleton (en la imagen), un par de plebeyas, han entrado en los tálamos de sus respectivos y regios esposos con el vigor de un par de bebidas energéticas: para dar alas a los esmirriados genes de tan endogámicas dinastías.

      Esa endogamia propia de las familias reales europeas dejó sin herederos a los Austrias españoles y nos condujo a la Guerra de Sucesión y al reciente referéndum, consulta o sesión vermú de Reus en Cataluña (discúlpame, pero son los nacionalistas de allá los que no dejan de repetir que de aquellos polvos vienen estos lodos...). El cambio de dinastía en aquella España todavía imperial no modificó -más bien reforzó- el apareamiento intramuros, lo que llevó a un vademécum inacabable de enfermedades del cuerpo y, desde luego, del alma. O de la mente, como quieras. Ya te hablé de la melancolía y la satiriasis del quinto Felipe. Prefiero satiriasis (y ninfomanía) a hipersexualidad porque los dos primeros resuenan a mitología y el tercero a lejía de hospital y a comunicador pedante (son una plaga). Poesía contra cursilería.

     El primer borbón español tuvo dos sucesores. Su primogénito Luis, el único en la Historia de España, conocido como El Bien Amado, que fue coronado en 1724. La viruela lo mató antes de cumplir un año de reinado. Es de ley decir que se fue, pero se fue suave, dada su fama de putañero, fruto de la proverbial lascivia de su apellido. Lo casaron con una pariente suya, Luisa Isabel de Orleáns, que sufría lo que hoy llamamos TLP: Trastorno Límite de la Personalidad, es decir, a medio camino entre la neurosis y la psicosis. Eran de órdago las andanadas de eructos que podía lanzar, por darse el gusto, no por gases, en actos cortesanos. Es recordada por su exhibicionismo desenfrenado y por ser una alegre dipsomaníaca.

     Al morir Luis, su padre volvió a reinar -muy a su pesar- hasta su muerte. Le sucedió, en 1746, Fernando VI (en la ilustración). De él dice Yago Valtrueno, el protagonista de El viento de mis velas, que prefería "la peor de las diplomacias a la mejor de las guerras". Su prudencia quizá tuviera que ver con el trastorno bipolar heredado y con la hipocondría: era más aprensivo que el Licenciado Vidriera. En una ocasión intentó suicidarse con unas tijeras, que luego esgrimió contra quienes pretendían impedírselo. Otras veces pedía veneno a sus médicos y armas a sus guardias, siempre con la extremada intención de matarse. Caía en ciclos dolorosos de ayuno y gula desenfrenada -¿anorexia y bulimia?- acompañados de terribles estreñimientos que hacía más crueles sentándose sobre muebles que le sirvieran, por su perfil y dureza, "de tapón".
 
     Ya, ya, ya sé que no he mencionado nada sobre su vida sexual. Pues ahí va: padeció priapismo, otro evocador nombre traído de los mitos. Príapo era un dios menor, fértil y fálico, permanentemente empalmado; lo que en él era bendición, es tortura en los mortales, por eso el rey prudente llegó a aliviarse en su esposa durante la agonía -real, no figurada- de la pobre mujer.

     Y por fin llegamos a Carlos III, con el que daré por finalizado este repaso a los cencerros palaciegos. No por falta de interés en Carlos IV y en su hijo, Fernando VII, quien rayó en la psicopatía, sino porque el primer volumen de las aventuras de Yago Valtrueno no llega tan lejos. El rey alcalde estaba poseído por otra de las obsesiones de su linaje: la caza (de bestias, se entiende). Se dice que era el más sano de todos, pero su falta de empatía raya en lo morboso: tal era su afición cinegética, que no le pesó estar ausente en el funeral de su hijo, el infante Javier. "Bien -dijo-, ya que nada puede hacerse, debemos llevarlo con resignación". Y, con las mismas, salió a matar conejos. Ciento sesenta y siete años más tarde, María de las Mercedes de Borbón-Dos Sicilias sufría los dolores del parto del futuro Juan Carlos I. El Conde de Barcelona había salido, y no por los nervios, sino para matar fieras en un safari. No se le puede culpar: el crío nació sietemesino. Mientras aquel Borbón, heredero sin trono, pegaba tiros en África, los españoles se mataban a tiros en la batalla de Teruel. Franco ganó y los Borbones, saltándose uno, recuperaron su endogámica, gozona y cinegética corona.


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martes, 28 de octubre de 2014


SUBIDÓN PLANETARIO




De un desierto me da más miedo la soledad -y supongo que la desesperación- que la falta de agua y el peligro de insolarse. Hace ya unas cuantas entradas decía que esta aventura literaria en la que me he metido se parece a una travesía del desierto. Nunca he cruzado más pedregales que los de Almería y Los Monegros, aparte de la exasperante llanura palentina en el Camino de Santiago, así que aquella afirmación era más tópica que otra cosa. Tampoco me sirve el recurso al tedioso viaje solitario; en el secarral de los escritores noveles es más fácil encontrarse con otro principiante que con Miguel Ángel Rodríguez en una tertulia, que ya es decir.

¿Y entonces? Pues, entonces, lo verdaderamente peligroso de este vagar del literato bisoño son los espejismos. A veces -porque le publican un libro en su pueblo o porque sube un ebook a internet-, el aspirante piensa que, por lo menos, ha llegado a un oasis. Pero no; como mucho, es un pozo, y muy transitado. Ahí quería llegar yo: confundir un pozo con un oasis es una ilusión engañosa. Ayer (27 de octubre) sufrí uno de esos espejismos. Por cierto, también los hay en el mar, tan extenso, desesperante y poco potable como un desierto. Lo digo porque voy a cambiar de ambiente para explicarlo mejor.

Tirar un tuit al océano de Twitter es, propiamente, como tirar una piedra al mar. Nunca sabes lo que puede pasar: que Neptuno te devuelva la pedrada; que le rompas la frente a una jibia y tengas para un arrocito muy bueno; o que una sirena piense que le estás tirando los tejos y resulte que Andersen y Disney tenían razón. ¡Tantas cosas pueden pasar por tirar un tuit al Tuiterráneo! A mi, ayer lunes, me pasó que arrojé un trino felicitándome por haber entrado en el Top 100 gratuito de Amazon con "El viento de mis velas" y, al final del día, recogí un retrino de la finalista del Planeta. Sí, sí... Y yo a Pilar Eyre no la conozco de nada.



El retuit de Pilar Eyre a "El viento de mis velas"


Seguro que habrá quien piense que no es para tanto, que ya sabemos cómo funciona lo de los premios de postín y que todos conocemos el currículum de la Eyre (como si a estas alturas estuviéramos para tirar la primera piedra). Pues ya que hablamos del mar, me la trae al pairo; yo no soporto a Murakami y no le doy la lata a nadie con eso. Estuvo muy bien, pero que muy bien, que me retuiteara una finalista del Planeta que tiene 23 toneladas y 7 quintales de seguidores. Pero eso me hizo creer que estaba llegando al borde del desierto: los escritores consagrados no se adentran en él o ya hace mucho que salieron. Un espejismo, eso no era más que un espejismo. Así que hoy, recuperado de la ilusión, sé que debo cubrirme la cabeza del sol, los ojos del viento y el corazón de toda especie de desaliento y autoengaño. Y seguir caminando, pero, mejor que solo, en caravana.

Lo que sí me extrañó del espejismo del retuit de Pilar Eyre es que si su color favorito "es verte", ¿por qué su perfil de Twitter es "atul"?... ¿O se me estará yendo la olla por el calor?



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lunes, 27 de octubre de 2014

EL VALOR DE LO GRATIS



Top 100 Gratis de Amazon (27/10/2014)


Le quitamos valor a lo que se nos ofrece gratis; por lo general, digo. ¿Pero incluso en estos tiempos?, os preguntaréis. Puede que sí, porque lo gratis nos recuerda que una vez pudimos tirar el dinero como si fuera confetti. Se diría que lo gratuito nos recuerda que somos más pobres...

Pero yo creo que cuando hoy le quitamos valor a lo que nos regalan es porque no fuimos a clase el día que la Vida enseñaba a agradecer y a medir por el valor y no por el coste. En todo caso, os puedo decir que una novela se lleva mucho tiempo -o sea, también dinero- en documentación, reflexión, escritura, corrección, bajones, subidones, inspiración, sudor, alguna lágrima, algunos whiskies... Por eso os podéis quedar tranquilos; cuando este fin de semana (24/26-10-2014) he ofrecido gratis "El viento de mis velas" en Amazon, había mucha inversión detrás. Había coste y, creo, valor.

El mayor valor, para mi, ha sido el apoyo que he recibido de muchos de vosotros, tanto que este blog ha subido de apenas dos mil visitas a las que ahora veis, ¡y en solo tres días! Además, la novela se ha situado entre los veinte primeros puestos del Top 100 Gratuito de la plataforma digital: el número 12. Así que, para mi, lo gratis ha tenido mucho, pero que mucho, valor. En consecuencia, muchas, pero que muchas, gracias. Espero vuestras opiniones, aunque sean positivas...


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sábado, 25 de octubre de 2014

ME HE PUESTO SERIO



Estaba tardando, la verdad. Hasta hace casi dos meses, yo era ese tipo de escritor digital que el autor Mario Escobar dibuja en su blog Best Seller Español: "los 'por si las moscas'. Lanzan un libro o varios, con la esperanza de que comiencen a vender en Amazon". Tiene más razón que un santo. Eso hice yo con mi novela El viento de mis velas, empujarla del nido y, ¡hala!, búscate el alpiste. O para ajustarme más al título, echarla a navegar sin más timón que el de las corrientes. La otra obra, la sátira Sálvame: la telebasura como autoayuda, está en manos de SB e&books, aunque yo ande al quite, claro.

Según la clasificación de Escobar, que tiene varias novelas en lugares de honor en Amazon (aquí y más allá), es posible que ahora me haya empezado a convertir en un indie: "Estos últimos son escritores profesionales e independientes que aman contar historias, pero que quieren vender sus libros y hacen todo lo posible para darlos a conocer en las redes sociales".
http://nuevobestsellerespanol.blogspot.com.es/

Hace casi sesenta días retomé este blog, abandonado desde hacía muchos meses. Lo creé para apoyar la novela y, al poco, lo abandoné. Es verdad que me dediqué a seguir escribiendo, pero no es excusa. Como decían mis compañeros de trabajo en Venezuela (la verdad es que lo decían más mis compañeras): "¡Mire, mijito, si no va a planchar, no arrugue!". Se entiende, ¿verdad? En esto de la literatura digital (y en la otra) hay que arrugar, ensuciar, lavar, planchar y, si hace falta, remendar. Todos los días. T-o-d-o-s. Sin excusa. Ya dije en otro lado que uno es escritor y, además, agente literario, de prensa, de ventas, distribuidor y best boy de su obra. Se llama responsabilidad. Y sin perder el tiempo en victimismos: fundamental.

¿Y qué he conseguido en estas ocho semanas? Para empezar, ponerme serio. Y después, alcanzar objetivos que me parecían muy lejanos; por ejemplo, que el propio Escobar me retuitee cuando promociono mi novela. Y con él otro puñado de escritores (Juan Sevillano, Ramón Somoza, Carlos Garrick, José F. Sastre, Francisco Pelufo, Paloma Caraballo...) a los que no conozco más que de píxeles y por sus libros, y de retuitearlos yo y de marcarlos como favoritos. Es decir, participo en una cadena de favores. Gracias a este trabajo promocional, me he ganado mi primera reseña: la de este blog en otro, El Escritorio del Búho (¡Gracias de nuevo!)
http://elescritoriodelbuho.blogspot.com.es/2014/10/jose-juan-picos-freire.html

Con ese aliciente, conocí un blog de blogs -Hispabloggers- en el que he conseguido una posición puntera en su ránking y un comentario de esos que entusiasman. Un blogger -Articulado- me dice esto: "Madre mía, tu blog engancha. Me ha costado salir de él. Espero nuevas entradas" http://articuloarticulado.blogspot.com.es/.

También le he perdido el miedo al medio. Como soltó un tuitero al que sigo -@lasgafasdepasta-, esto es como ponerse a jugar al fútbol en el patio de recreo, pero con los mayores. Ni más ni menos; y hay que hacerse mayor a base de participar. Así me permito ahora explorar formas de promoción que tienen que ver con mi experiencia profesional y con la mala leche que llevo de serie (para qué nos vamos a engañar). Me acabo de inventar, como el niño que tiene un amigo imaginario, un nuevo agente literario, un tipo con soluciones, como se puede ver en la foto. Y de ahí saldrán más bobadas que tendrán que ver con lo aprendido en la televisión. La verdad es que se mueve más con una sonrisa que con una pedantería o con un ladrido.

 
Lo último ha sido poner en promoción gratuita El viento de mis velas en Amazon durante este fin de semana (24-26 de octubre; en realidad, hasta las nueve de la mañana del lunes 27). Antes de tomar esta decisión, se me hacía tan cuesta arriba como subir el Everest. Ahora no llega ni a policía acostao. En fin, que después de dos meses he aprendido mucho, he doblado las visitas a este blog (que es el tuyo) y ahora soy capaz de decirte que si quieres seguir este camino, puedes llevarte el mio en tu cuaderno de ruta. De eso se trata, como dicen en las redes que dijo Napoleón (unos días juran que la cita es de él, pero a veces es de Einstein y otras de Cañita Brava): "Ayudando, te ayudas".

P.D. ¡Ah, por cierto!, un saludo a Casaseca, una muestra del tipo de seguidor que todo escritor sueña. Gracias por tus comentarios.




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lunes, 20 de octubre de 2014

SUENAN CENCERROS EN PALACIO (1)

«La princesa está en el chasis, ¿qué tendrá la princesa?», se preguntan de tanto en tanto nuestros periodistas cortesanos. Ya sé que ahora es reina, pero quién soy yo para llevarle la contraria a Rubén Darío. No deja de maravillarme que una monarquía que se ufana de no tener corte disponga de semejante tropa de lisonjeros con licenciatura en Periodismo, una auténtica guardia de corps de la buena fama de sus reyes… ¡En fin, a lo que iba!

Dicen que a Letizia Ortiz le echaron encima el armiño real por la urgente necesidad de los Borbones de no acabar como los Austrias, endogámicos perdidos. ¿Que cómo acabaron los Austrias? De no haberse apareado entre ellos como si no quedase más gente en el mundo, el linaje de Felipe el Hermoso no habría degenerado hasta desaparecer con el pobre Carlos II, el Hechizado, un rey idiota (consultar DRAE) cuya cáscara sin semilla provocó la Guerra de Sucesión. La sangre villana pero entera, sin desnatar ni desleír, de la otra Princesa del Pueblo debía -y parece que así va siendo- traer vástagos sanos, rubios y con buen código genético a los Bourbon de toda la vida. 

 Lo que alarma a los tribuletes áulicos es que, por haberse echado a la espalda semejante carga histórica, la señora de Borbón se nos esté consumiendo y dé mal en cámara por el mundo adelante; como si la Marca España no estuviese ya bastante enclenque. Por eso, cuando las lenguas de doble filo aseguran que la reina de España padece anorexia, saltan los apologistas diciendo que lo que pasa es que "se machaca [sic] en el gimnasio de la Zarzuela". ¡Aaaaaah, bueno! Entonces me quedo más tranquilo, Letizia de Borbón padece vigorexia, que es otro trastorno, pero más trendy. A mí, la verdad, no me extraña; si por irte en el puente de la Constitución a La Manga, por poner un ejemplo, y pasarte cuatro días fuera de casa no tocas el baño o no sales de él, ¿cómo no se te va a descomponer el cuerpo por saltar a las bravas de un adosado en Rivas Vaciamadrid a la Zarzuela? ¡Normal!

Esa sospecha recurrente de un desorden de conducta regio me ha hecho caer en la mala salud mental de los reyes de España durante los años de Yago Valtrueno, el lucido pícaro que protagoniza de "El viento de mis velas". Yago nació cuando reinaba el tibio Fernando VI y escribe sus memorias cuando está a punto de empezar uno de los períodos más abominables de la Historia de España, la tiranía de Fernando VII. Pero el campaneo de cencerros en los pasillos de palacio comenzó incluso antes, con la mismísima dinastía.


 Felipe V, el rey francés que tomó las riendas de España tras vencer a los austracistas, sufrió toda su vida una manifestación delirante de la más baja autoestima. Se conoce hoy como síndrome de Cotard: quienes lo sufren pueden llegar a negar su propia existencia. El primer Borbón español pedía a gritos a sus guardias que lo enterrasen, pues juraba que estaba muerto. El pobre duque de Anjou había sido maltratado por su abuelo, Luis XIV, el Rey Sol, para aniquilar en él cualquier veleidad de reinar, pues no era más que un segundón. El resultado fue una ensalada de desvaríos: síndrome maníaco-depresivo, hipocondría, timidez invalidante, inseguridad morbosa, manía sexual, religiosidad extrema y delirios.

Su segunda mujer, Isabel de Farnesio, astuta como una raposa, empleó esa obsesión sexual que caracteriza a unos cuantos miembros de la dinastía borbónica para moldearlo a su antojo. Llegaba a negarle que "hiciera uso de ella" para empujarlo a dolorosas cuaresmas de las que el regio semental salía dispuesto a jurar que el caballo blanco de Santiago era una vaca rubia. En los peores momentos de sus delirios, Felipe V vivía de noche y dormía de día, arrastrando a la corte y al Imperio a tan trasnochada administración. Por esa época se le caían los calzones a jirones, por no mudárselos, y le crecían tanto las uñas de los pies que no podía andar.

Aparte del sexo, sólo la música lo aliviaba. Mandó contratar al castrado Farinelli para que cantase solo para él, siempre de noche. La estancia del castrato en Madrid, prevista para unos meses, se prolongó por más de dos décadas.

Hoy, como entonces, la música es un alivio para las almas atribuladas. También a horas nocturnas, la reina Letizia suele acudir a conciertos de grupos indies, actividad ociosa muy jaleada por los dicharacheros cronistas cortesanos. Los mismos que niegan la anorexia y proclaman la vigorexia de la consorte real. Bueno, nada nuevo: a Felipe V le colocaron el epíteto de El Animoso. Ya hemos visto cuánto…

(CONTINUARÁ)



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domingo, 12 de octubre de 2014

UNA MAGNÍFICA MUESTRA DE

GENEROSIDAD




En una entrada anterior de este blog decía que una de las cosas que he aprendido en este trabajo (en serio que lo es) de promocionar mis ebooks en la red es que hay mucha generosidad:

"No, mejor así: GENEROSIDAD. Hay un montón de gente que, a través de blogs, webs, grupos y foros, te enseña a publicar tu ebook, a subirlo a la plataforma, a promocionarlo en la red y, si te descuidas, a encuadernarlo en genuino cordobán. Insisto: un alarde de generosidad."
Pues hoy te traigo una muestra de tal desprendimiento. Es la reseña que EL ESCRITORIO DEL BÚHO ha hecho de este blog. Es la primera vez que recibo una, así que os podéis imaginar la emoción. Os doy mi palabra de que ese búho y yo jamás hemos pasado la noche en la misma rama ni hemos cazado juntos ratones de campo, así que su opinión no sólo es generosa, sino también imparcial. Aquí la tenéis, junto con el enlace a su blog. ¡Gracias, Búho!...



 

<<Muchas veces topo con las cosas al andar en la búsqueda incesante del día a día, pero hay algunas ocasiones en que alguna fuerza cósmica, energía extraña o un destino ya establecido se conjugan... ¡Vale! Porque tuve un chispazo de buena suerte un buen día.(No pueden culparme por querer adornar un poco el post). Y encuentro algo que me llama la atención.

Este es el caso del blog de José Juan Picos Freire, el cual encontré lleno de un sentido del humor ácido, negro en ocasiones, de una ironía exquisita, la cual hace muy ágil y divertido lo que escribe.

Post tras post, me encontré riendo y disfrutando su manera de escribir; desde una crítica mordaz a una "figura pública" hasta contar alguna aventura de Yago Valtrueno, personaje central de su novela "El viento de mis velas" y, de la misma manera, pasar a algún comentario de su nueva obra "Salvame: La telebasura como ayuda", que él mismo describe como sátira televisiva.

Creo que un escritor que tiene la capacidad de usar la ironía y el sentido del humor en sus escritos, vale mucho la pena conocerlo; así que por mi parte pongo en mi lista de lecturas estos dos títulos de José Juan Picos Freire, quedando pendiente investigar acerca de otros títulos que tiene publicados, que quizá valga la pena "desempolvar"

Si quieren pasar un rato disfrutando de una buena dosis de ironía y un exquisito sentido del humor, visiten el blog de este escritor, seguramente lo disfrutarán.>>
 Quedo en deuda...

http://elescritoriodelbuho.blogspot.mx/2014/10/jose-juan-picos-freire.html



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martes, 7 de octubre de 2014


ESCRIBO Y NO ODIO A LA ESTEBAN,

¿ES GRAVE, DOCTOR? (y 2)


 

    Decía en la anterior entrada de este blog que uno de los tópicos de los autores incomprendidos (y de muchos otros, la verdad) es el desprecio por Belén Esteban: "¿Cómo es posible que no me publiquen a mí y que esa tenga un libro? ¿Cómo es posible que yo no venda ni una escoba y que a esa se los quiten de las manos?". Y también decía que no comparto esa opinión: la de San Blas no me ha quitado a mí ninguna oportunidad. Creo -y esto no me hará ganar amigos- que hay autores que publican sin ser best sellers porque los libros de la Esteban, de Jorge Javier Vázquez o de Maxim Huerta forman parte del catálogo de su editorial y así pueden ir tirando. El Real Madrid y el Barça están plagados de grandes jugadores, pero las camisetas las venden Cristiano y Leonel.
   Uno de mis autores favoritos es Robert Louis Stevenson. Así habla de Shakespeare, ni más ni menos, en su ensayo "En defensa de los ociosos":

Supongamos que Shakespeare hubiese sido golpeado en la cabeza [de niño]; el mundo habría continuado, mejor o peor, su curso, el cántaro habría seguido yendo a la fuente, la hoz al grano y el estudiante a sus libros; y nadie habría notado la pérdida.

   Si eso escribió sobre el autor de Hamlet: ¿qué no diría de un laborioso, pero desconocido e indignado, aspirante? Lo que digo es que el victimismo es una droga muy potente y adictiva. Y eso abunda entre quienes, por hacer frente al folio en blanco, creemos que los planetas deben dejar de rotar y trasladarse y las editoriales y agencias han de sacar sus puertas de quicio para que entremos triunfales. Esa droga, una forma de soberbia, nos empujará, como las demás, a perder el sentido de la realidad.

    En estos últimos cuatro años he publicado cuatro obras, por este orden: una novela histórica que duerme y coge polvo en una mesa de Planeta; otra picaresca publicada por un mecenas gallego y luego autoeditada en Amazon, a la que se une un callejero histórico que la completa (en imprenta); y, de últimas, un ensayo sobre Jorge Javier Vázquez, en SB e&books, la editora digital de Sandra Bruna, la prestigiosa agente literaria, ¿Qué he aprendido? Que cuanto más conviertas tus originales en productos -literarios, sí, pero productos-, más cerca estarás de que te hagan caso. ¿Quiero decir que no debes escribir aquello que te salga de las entrañas? No, pero depende: si quieres salir del hormiguero, tú verás. Los ideales románticos, en las relaciones y en las vocaciones, ha hecho tanto daño a las relaciones maduras y a la autorrealización como el tocino a las arterias (aunque diga lo contrario un estudio de la Universidad de Wichita patrocinado por salchichas Mayer).

    Esteban, Vázquez o Huerta se han convertido a sí mismos en productos y, lógicamente, venden. No se trata de que hagas lo mismo, sino de que si te nace escribir una novela zombie-erótica, no se la mandes a los señores de Cátedra. Defínete y ubícate bien para empezar. Sé no solo escritor, sino también editor, distribuidor, jefe de prensa, relaciones públicas, comercial y todo lo que sigue. Ya sé que es lo mismo que dice Risto Meijide, pero no lo inventó él y, en todo caso, tiene razón.

    Y no olvides que los lloriqueos son como el spam: fastidian una barbaridad.



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martes, 30 de septiembre de 2014

ESCRIBO Y NO ODIO A LA ESTEBAN, 

¿ES GRAVE, DOCTOR? (1)



 

La primera vez que uno escribe es como esa otra en la que deja de ser mocito. Uno se desvirga para perder la inocencia, o para no ser el único de la pandilla que no ha mojado, que viene a ser lo mismo. Pero las siguientes tienen que ser por otros motivos: por conocer gente, por puro placer, por aprender, por mejorar, por vicio (¡Ñam, ñam!), por aburrimiento o por añadir una muesca al cabecero… ¡Ah, y por amor, claro (no hay que descuidar a las lectoras románticas en este laberinto editorial)!
Está bien que la primera vez que uno pone FIN a una obra propia sienta la emoción de lo inédito y suspire con alivio. Y, si fuma, que se eche un pitillito y mande aros de humo al techo. Pero en las siguientes –¡Ay, las siguientes!– el autor ya debe saber qué espera de su trabajo. ¿Que no es un trabajo? ¿Que es una vocación, una misión, un sacerdocio, una cruzada por la excelencia y la belleza? Ya… En ese caso, amable lector, deja de leer aquí mismo porque lo que sigue no es para ti. Estas líneas van para los que pretenden que la inversión en ideas, investigación y redacción les sea rentable. O, al menos, virgencita, virgencita, que me quede como estoy.
En estos días me he metido de lleno en aprender a promocionar "El viento de mis velas (peripecias de un empedernido bebedor de café)", ebook que subí a Amazon hará ya ocho meses. Entre unas cosas y otras (entre otras, seguir escribiendo), lo eché al mundo como sus padres echan a los pajarillos del nido: a volar y búscate el alpiste. Craso error, salvo que con haber firmado una novela baste. No es mi caso.
¿Qué es lo primero que he aprendido en este nuevo empeño? Generosidad. No, mejor así: GENEROSIDAD. Hay un montón de gente que, a través de blogs, webs, grupos y foros, te enseña a publicar tu ebook, a subirlo a la plataforma, a promocionarlo en la red y, si te descuidas, a encuadernarlo en genuino cordobán. Insisto: un alarde de generosidad. Para los interesados, basta con teclear en Google "publicar con éxito un ebook" o "cómo vender ebooks en Amazon".
¿Y qué más he descubierto? Pues otro despliegue, pero este, en cambio, negativo. Me he topado con un purgatorio repleto de victimismo. Igual que hay ciberescritores con mayor o menor experiencia echando una mano, hay otro puñado que le arrojan al mundo su desprecio y sus lágrimas porque, como la mayoría de nosotros, no se comen un colín. En las pandillas pasaba igual: el que menos se batía en el cuerpo a cuerpo era el más plañidero. Y es que el sexo regular y la venta de libros relajan mucho y pintan una sonrisa en la cara.
De hecho, ese purgatorio llega a tales magnitudes que me he encontrado con un grupo autodenominado "de escritores incomprendidos". ¿Y no será que escriben en pastún? Vamos a ver, alegres camaradas, cuando uno se lanza a un proyecto personal semejante lo mejor es meter el victimismo en una canasta y dejarlo en la puerta de una iglesia, como a los antiguos expósitos. Para los seguidores del crucificado el victimismo es como el pan nuestro de cada día. Igual os lo agradecen.
Sí, sí, vale, ¿pero qué tiene que ver Belén Esteban con todo esto? Fácil. Uno de los tópicos de los autores incomprendidos (y de muchos otros, la verdad) es el desprecio por la de San Blas. "¿Cómo es posible que no me publiquen a mí y que esa arrabalera tenga un libro? ¿Cómo es posible que yo no venda ni una escoba y que a esa se los quiten de las manos", se duelen. La Princesa del Pueblo se convierte así en una escupidera colmada de indignación y resentimiento.
Pues lo siento, pero no estoy de acuerdo. En absoluto. Hasta donde yo sé, la Esteban no me ha quitado a mí ninguna oportunidad. Y lo puedo explicar, pero será en la próxima entrada de este blog. Esa es otra lección, salvo que ya la traía aprendida: titular impactante y final cliff-hanging, o sea, colgados sobre el abismo. Y así, hasta la semana que viene...

(Continuará)




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