martes, 19 de mayo de 2015

¿ESTOS BORBONES 

COMERÁN VACA?


 


El XVIII, siglo del que me ocupo en este blog, comenzó en España con un rey y una dinastía flamantes: Felipe V y la Casa de Borbón, que venían a reemplazar a los muy abollados Austrias. Sus parientes, los Bourbon, habían plantado sus propios lises en el trono de San Luis un siglo antes: el pionero, en 1589, fue Enrique IV, hijo de Antonio de Borbón y de Juana de Albret, reina de Navarra. Este primer Bourbon es considerado por los franceses como el mejor rey que jamás hayan tenido -muy por encima de Sa Majesté Sarkozy I, el Megalómano-; por eso aún le llaman Le bon roi Henri.

 Al cuarto Enrique francés se le atribuye la siguiente frase: "Un pollo en las ollas de todos los campesinos, todos los domingos"... Sí, vale, de acuerdo, me parece ideal... ¿Pero qué hacemos con las fiestas de guardar?, ¿de eso no hablamos? Y si la Navidad cayera en lunes, ¿qué comerían los campesinos, coles hervidas? Que no digo yo que estuviera mal, pero, hombre, ya puestos... En fin, con aquello, le bon roi quería decir que pretendía la felicidad para todos sus súbditos y no solo para él, como otros que conocemos muy bien los súbditos de hoy en día... Y no miro a nadie.

El caso es que, cuando la Guerra de Sucesión hispánica (1701-1715) terminó, los Borbones ya habían asentado sus muy soberanas cachas en los tronos de Francia y España y se disponían a hacerlo en Nápoles y Parma. Pero hay quien no sabe -o no recuerda- que, entre 1555 y 1620, ya las tuvieron posadas en el sitial de Navarra. Nada que se compare, ni de lejos, con el exotismo de aquel Borbón que, desde 1560 -año más, año menos-, prosperaba por el Indostán -¡y de qué modo!-. ¿Que qué es lo que hacía?, pues enriquecerse y crear la rama hindú de la familia: los rajás de Bourbon.

-¿Coooooooómo?... ¿Un Borbón al curry? Estas entradas tuyas cada vez son más, cómo decirlo... excéntricas, no sé si me entiendes. No te estarás quedando sin ideas, ¿no?
-¡Más vale ideas sin cordura que cordura sin ideas!, o como se diga. Pero, excéntrico o no, ahora mismito te lo cuento, si tú quieres... Como no te oigo, será que callas y otorgas, así que ahí voy.

Antes de que los Bourbon llegasen a reyes de Francia, uno de ellos, pomposamente llamado Carlos III de Borbón (1490-1527), fue condestable de Francisco I, rey de la Casa Valois, el mismo gabacho coronado que estuvo preso en Madrid tras su derrota en Pavía. Un condestable era lo mismo, por entonces, que decir comandante en jefe de los ejércitos reales franceses. Pero como el rey había querido hacerse con sus títulos y propiedades, el humillado Carlos decidió pasarse a las filas de su tocayo, Primero de España y Quinto de Alemania. El 6 de mayo de 1527, el infortunado Charles de Bourbon mandaba las tropas imperiales que asediaban Roma, enemiga del césar Carlos y aliada de Francia. En el asalto, cayó herido de muerte por un pelotazo de arcabuz; Benvenuto Cellini, escultor, orfebre y reconocido fanfarrón y buscapleitos, se ufanó toda su vida de que el disparo fue suyo.

 
De poco le sirvió a los romanos tan insigne baja: tras quedarse sin comandante, cinco mil infantes españoles, tres mil italianos y diez mil lansquenetes alemanes se lanzaron a uno de los más crueles episodios de la Europa Moderna (y hubo unos cuantos): el Saco de Roma. La excusa fue que llevaban muchas soldadas de atraso. Entre muertos, heridos y refugiados, la cifra de bajas se estima en cuarenta y cinco mil personas. Por si eso fuera poco, el daño artístico es, aún hoy, incalculable.

Una leyenda cuenta que la palabra brindis viene de la celebración de los terribles lansquenetes alemanes. Tras su sangrienta victoria, alzaron jarras, copas, cálices, botellas y todo recipiente de ocasión, colmados de licor, claro, y ofrecieron el triunfo a su káiser, Carlos V. A la vez, corearon un grito unánime y atronador: Ich bring dir's! ¡Yo te la ofrezco! Y de ahí, brindis.

 
A lo que iba, que te lío. Con su muerte imprevista, Carlos de Borbón dejó un huérfano sin reconocer: Jean-Philippe de Bourbon, nacido en Italia. El muchacho salió a su padre: pendenciero. Por eso tuvo que huir a Sicilia tras matar a un noble en un duelo. Cuando quiso regresar al continente, su barco fue apresado por piratas berberiscos que lo vendieron como esclavo en Egipto. Corría el año de 1541. Por entonces gobernaban en El Cairo los mamelucos, guerreros de Asia Central que habían servido como esclavos a los sultanes y, tras derrocarlos, rindieron vasallaje al Imperio Turco; Jean-Philippe ingresó en su ejército -medio a la fuerza, medio por vocación-, pero, al final, huyó a la India con un sacerdote y dos camaradas.

Tras desembarcar, se dirigió a Delhi, capital del Imperio Mogol. Los mogoles eran turcos islámicos, descendientes de Tamerlán, que conquistaron la India en 1526. Teniendo en cuenta que fue recibido por el emperador Akbar, que subió al trono en 1556, Jean-Philippe tuvo que estar casi quince años cautivo en Egipto. En la India no le fue nada mal: aparte de su nombramiento como primer maestro de artillería, se casó con una esclava circasiana cuñada del emperador, es decir, hermana de una de sus esposas. Más tarde recibió el título de rajá de Shergar. Los descendientes de aquel buscavidas -¡cuántas dinastías empezaron así!- estuvieron al servicio del imperio en sus más altas instancias hasta que se inició la decadencia de los mogoles, provocada, entre otras razones, por la llegada de los ingleses. 

En 1778, la familia Bourbon fue masacrada por el marajá de Narwar y sus archivos dinásticos ardieron; Salvador II y sus dos hijos, los únicos supervivientes, huyeron a Bhopal, en el corazón del subcontinente indio. Es la misma ciudad tristemente famosa por la tragedia de la factoría química de Union Carbide, que mató o lesionó gravemente en 1984 a cientos de miles de personas. Los Bourbon construyeron allá, en 1857, el Shouhat Mahal, la nueva residencia familiar, una mezcla de estilos europeo e hindú.

 
En el siglo XIX llegaron a Europa las primeras noticias de esta exótica rama de los Bourbon. El coronel William Kincaid dejó en 1887 una crónica de las aventuras del pionero, Jean-Philippe, en la que cuenta que su compañía y gestiones le resultaron tan agradables al emperador Akbar que le confió, incluso, el gobierno de su harén. Un tipo de fiar, sin duda. A mí me hubieran cortado la cabeza; o algo peor...

En 1892, el escritor francés Louis Rousselet publicó El hijo del condestable de Francia: las aventuras de Jean de Bourbon. Rousselet llegó a reunirse con la princesa Isabel, descendiente de aquel aventurero. La sirdar (princesa) tenía en aquel tiempo 66 años:
"Al llegar a Bhopal y encontrar [...] una princesa cristiana, y escuchar que ella era el personaje más importante del reino y que llevaba el nombre de Borbón, aquello me pareció un cuento".
 
Ya en 2007, Miguel de Grecia, tío de la reina Sofía, escribió El rajá Borbón. En sus páginas fantasea con la idea de que el condestable Carlos hubiera salido vivo del Saco de Roma para acabar casado con una princesa mogola, Alïque, madre de Jean-Philippe.

Cuando la India se independizó de Gran Bretaña, los privilegios territoriales fueron anulados, así que los Bourbon hindúes perdieron propiedades. En 1971, la primera ministra Indira Ghandi abolió también los títulos nobiliarios, por lo que estos Bourbon tandoori, llegados cuatro siglos antes desde Roma, fueron degradados a la condición de burgueses. Quizá por eso te parezca que el último descendiente de aquel aventurero italo-francés del Cinquecento pudiera ser un pacífico y próspero empresario de telefonía móvil de Bombay. Desde 1958 responde al título -muy honorífico- de Baltasar Napoleón IV de Bourbon-Bhopal. Que no te engañe el uniforme, Baltasar no es el conserje del Exótico Hotel Marigold, es abogado, así que ojito con las bromas.

 

Ahora que caigo, no he respondido a la pregunta que abre este post: ¿Estos Borbones comerán vaca? ¿Serán capaces de embucharse un entrecot en el mero meollo del país de las lecheras sagradas? Pues mira, no tengo ni la más pajolera idea. En cuanto me inviten a la primera barbacoa en el Shouhat Mahal me faltará tiempo para contártelo. Hasta entonces... ¡Namasté au revoir!

P.D. Te dejo una imagen del primer Baltasar de la dinastía. Apreciarás de dónde le viene la bizarría al titular actual...

 

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